Cuenta la leyenda que era un amor que surgió como surge el
sol todas las mañanas. Un amor que sucedió como suceden las olas del mar. Así,
natural y sin previo aviso. Ellos se conocieron y se gustaron, compartieron
momentos… breves, pero contundentes. Ellos, se enamoraron.
Todo sucedió de pronto. Sin especulaciones, ni expectativas.
Todo sucedió en el instante mismo de un beso. Ese beso que él se atrevió a dar,
y ella al recibirlo, fue llevada a otro universo movida por una tormenta de
emociones y sensaciones.
La leyenda cuenta que desde que estos dos amantes se
besaron, nunca más se separaron. Una relación intensa, apasionada, libre y
desencadenada. Viajaron juntos, ejercitaban su cuerpo, disfrutaban del sexo, se
divertía con los amigos y compartían con sus familias. Ella se fue a ese otro
Universo y no ha vuelto. En esa otra realidad el tiempo no existe, el tiempo transcurre y se vive sin lógica
alguna.
Ella aun que sorprendida, era feliz. Él aún que feliz, estaba
sorprendido. Se besaban a cada momento, las caricias eran un diálogo de sus
cuerpos. Les gustaba estar juntos, dormir abrazados y comer mucho. Podían
platicar durante horas. El tiempo parecía ser eterno, y en realidad, era sólo
un instante. Ocurría todo. Todo en un instante. El instante mismo de un beso. Ese
beso que dio origen a este amor, la leyenda de ellos dos.
La leyenda de estos dos amantes comenzó con un beso, y al
cabo de un mes, ya eran novios fuera de toda
lógica, lejos de toda costumbre, Dejando atrás otras historias. Escribiendo la
suya. Ellos estando juntos se transformaban. Era apenas un mes y parecía que se
conocían de años atrás. Quizá de otras vidas. Ella cuidaba de él. Él la protegía
a ella. Ellos se encontraron y empezaron a escribir su historia. Una historia
donde el tiempo no se explica. Una historia donde reina el amor, abunda el sexo
y los placeres, los guía la felicidad de ser honestos y nada tiene explicación.
Éste, es apenas el inicio de una leyenda.