
La danza, los tambores, el sonido de mi cuerpo, mi respiración, la música, las mujeres a mi alrededor.
Hoy en la clase de danza africana vimos un ritmo que se llama dun dun ba. Es una danza guerrera. Es la danza de los guerreros. De mucha fuerza. Danza de tierra. De sangre aguerrida. Es muy cansada también. En Africa la bailan sólo hombres. Aquí cada vez la bailamos mas mujeres. Deja el corazón enaltecido, fortalecido.
La clase dura cuatro horas. Un calentamiento fuerte. Se trabaja mucho la fuerza al principio de la clase. Fuerza en piernas. Fuerza en brazos. Fuerza en abdomen. Es el calentamiento y yo estoy bañada en sudor. Con mi respiración agitada y sedienta.
Comienza la parte técnica donde enseña paso por paso el ritmo. Asami Itzel es el nombre de la maestra. Es una mujer hermosa. Morena, de cabello largo y mirada profunda. Explica cada movimiento con el sentimiento que conlleva, con la emotividad que se baila originalmente. Cuida detalles como de la mirada, la cabeza o los pies.
Al desmenuzar cada paso nos llevamos calculo, de una hora y media a dos horas. Esta parte es tan importante como cada una de las partes que comprenden la clase. Me parece óptimo que dure 4 horas. Aun que al final acabe muerta o algo parecido. Los ritmos africanos me parecen complicados por que cada uno tiene su estilo. Cada ritmo tiene sus pasos y sus movimientos. Cuando se baila africano se une un paso con otro, con otro, con otro y con otro. Puedes repetir pasos. Para montar un rito africano, sólo eliges que pasos vas a montar, les das orden y desplazamiento escénico según el gusto de cada coreógrafo. Los pasos elegidos y el orden de éstos son lo que pueden diferenciar el mismo ritmo bailado por un ensamble o por otro.
En la clase, después del calentamiento viene la parte técnica. Repetimos y repetimos y repetimos un mismo paso hasta que queda claro. Se instala en nuestra mente y el cuerpo entonces, lo hace bien.
Una vez terminada la coreografía que por cierto se ve por varias clases. Entran los músicos en vivo. Nos acompañan tocando mientras nosotros bailamos todo. Uff!!! ahí si me sofoco. Me ahogo. Me da dolor de caballo. Me falta el aíre. Me debilito. Se me agota la reserva de energía y siento que no llego al final. Siempre llego. Descompuesta. Bailando como puedo. Perdiendo el estilo completamente, pero termino.
Repetimos la coreografía completa por lo menos tres veces. Claro, si la bailamos bien. Si hay errores en la secuencia de los pasos, si los pasos no los estamos haciendo correctamente o si deserta la mayoría del grupo a la mitad: Repetimos.
Cuando siento que ya no puedo mas, pasamos a las diagonales. En las diagonales se repite cada uno de los pasos que comprende la coreografía. Una diagonal de cada paso si lo hacemos bien. Se pueden hacer hasta tres o cuatro diagonales de un mismo paso cuando no queda el movimiento correctamente. La repetición o la practica ayuda al perfeccionamiento. La práctica hace al maestro diría mi padre.
Ya que todos los pasos los limpiamos en las diagonales, regresamos al centro para bailar la coreografía completa, otras dos o tres veces. Ahora con intenciones. Ya con sentimientos. Es decir, como los pasos en teoría ya deben estar mas claros, limpios e instalados en nuestra mente y nuestra memoria, al bailar la mente ya no está ocupada en realizar el paso correctamente o pensando en que paso sigue después del otro. De lo anterior, tengo la hipótesis: Cuando práctico mucho, me aprendo los pasos. Mientras mas repita cada uno de los movimientos frente al espejo, mi cuerpo realiza cada movimiento como yo quiero. Lo voy estilizando y perfeccionando. La repetición de dicha práctica, hace que el orden de los pasos se memorice (dirían en el medio afro, yo diría una vez instalada la secuencia de movimientos que comprenden la coreografía ). “PUEDO BAILAR COMO LOCA” . Sí ya me salen los pasos. Sí ya me aprendí la coreografía. Puedo entonces bailar liberando mi mente. Mi cuerpo se mueve a partir de lo que estoy sintiendo o al revés.
Eso fue lo que me paso hoy. Los movimientos de este ritmo movieron mi corazón. Es un ritmo guerrero, de mucha fuerza. Con mucha tierra. Por ser piscis siempre he creído que me falta tierra. Que necesito a mi opuesto complementario para que me aterrice. Junto a Capricornio también funciono. Tauro no por que son lentos y me desesperan. Aun que no me negaría a experimentar.
Bueno lo que quiero compartir es que sin pensarlo, la coreografía, los movimientos, por su origen, los tambores y por toda la fuerza que requiere, me fue llevando hacía la tierra. Encontré a la guerrera en mi interior. Encontré la tierra de mi ser. En mis huesos. Descubrí que la fuerza la encuentro en mi corazón. Mi ego se desmorono, sólo era una mujer. Un cuerpo con alma. Un cuerpo fuerte en medio de la nada. Un ser con el corazón entregado. Sentía tierra, sentía agua, sentía el aire, sentía el fuego. Me encontré a mi misma. Me encontré callada. Bien plantada. Segura. Los miedos se desvanecieron. Mis pesadillas se borraron. Esa mujer que busca el amor se desmoronaba. Me sentí llena de amor. Amor a mi alrededor. Sentí tranquilidad. Serenada brotaron lagrimas de mis ojos. Era la felicidad de estar viva y estar fuerte. Era todo el agradecimiento de existir. La gracia de estar ahí. Sólo yo. No veía ni sentía a nadie. Me desnude y me vi sin adjetivos. Sólo era yo. Y sentí tanto bien. Puro amor. Mucha fuerza. Corazón.