martes, 10 de marzo de 2015

Un sueño de Mar en la selva




Soñé que volaba para llegar a la selva. Nadie sabía que iría, ni siquiera tú. Llegaba caminando, y ese camino a pie era maravillosamente largo. Primero dejar el pavimento y adentrarme al camino de terracería. Esa diferente sensación de ir sobre algo plano y solido para pasar a la tierra que cruje en cada uno de mis pasos. Hoyos, relieves, huecos profundos de todos tamaños y formas.

El sol se estaba ocultando y yo admiraba su luz bañando la vegetación. Ese verde más iluminado que otro generando una degradación de colores impresionante. Todo me daba la sensación de estar en un mundo diferente. Tenía mucho tiempo de no ir a la selva, de no estar entre su maleza, de no pisar esa tierra, así que el corazón me latía fuerte y rápido. Mi respiración se agitaba un tanto por la caminata y otro tanto por la emoción de estar de nuevo ahí.

La selva fue para mí un mundo nuevo, un mundo en el que podía estar para sentirme mejor, descansar, respirar, sanar, disfrutar, disfrutarte. Encontrarme y encontrarte.

Cuando dejé el camino de terracería y di vuelta a la derecha para penetrar la selva por ese camino cubierto de árboles que apenas dejan un camino para que la luna lo ilumine, y ésta pueda así guiar mis pasos, me sentí absorbida por ese universo que al parecer me estaba esperando. Ir caminando hacía esa casa en la selva, era como ir sumergiendo mi cuerpo a metros y metros de profundidad bajo el mar. La Mar regresaba a esa casa en la selva donde había vivido sueños, fantasías y realidades inesperadas.

Seguí caminando y la selva seguía absorbiéndome. Me encapsulaba entre sus sonidos, oscuridades y esa deliciosa humedad que calienta el cuerpo y lo refresca a la vez. Era como si me hubiera puesto los audífonos para escuchar música de relajación. La selva tiene su propio  soundtrack, y yo lo había olvidado por completo, pero con forme iban apareciendo los sonidos, aparecían de nuevo esas maravillosas sensaciones de paz y misticismo que tiene ese lugar. Un mundo habitado por seres desconocidos. Algunos vuelan, otros se arrastran, los escucho, acompañan mi camino y avanzan conmigo. Los oigo volar. Escucho su avanzar paulatino a lado mío.

-Es aquí donde quería estar. Es a esta casa a donde quería volver. Contigo.

Respiré profundo y descubrí nuevos olores. Olores que en mi vida había experimentado. Esa era una gran bienvenida. Por fin estaba ahí. Parada frente a la casa que parecía deshabitada. Ni una luz, ni un indicio de tu presencia. Tu coche no estaba, la bicha tampoco. Éramos la casa, la selva, la luna y la Mar. Sólo nosotras para empezar esta nueva historia. Un nuevo sueño. Una nueva vida. No sabía que pasaría y tampoco me importaba. Estaba ahí parada feliz, tranquila, bienvenida por mi hermosa selva, por ese mundo indescifrable pero afable para mí.

Tres minutos parada ahí fueron suficientes para ser atacada, casi devorada por esos pequeños seres que hubiera deseado no estuvieran, pero ahí estaban. Eran los… mosquitooooos!!! Haaaaaa!!!

jueves, 5 de marzo de 2015

Mi miedo más grande




Un accidente en bicicleta. Suena fuerte. Llamar y decir por teléfono a mi madre

-Tuve un accidente en la bicicleta

Me rompí a llorar antes de poder pronunciar la primer palabra. No podía contenerme. Desde el momento en que salí volando después de ser golpeada por la puerta del taxista lo primero que sentí fueron unas ganas tremendas de llorar.

Me sentí sola, desamparada, vulnerable, asustada, tenía miedo. Mucho miedo. Pero ahí parada a lado de mi bicicleta desconchiflada y con el taxista y el policía mirándome tenía que ser fuerte. Reponerme. Pedir una ambulancia. El brazo me dolía muchísimo. Clarooo!!! Estaba asustada.

Respiré profundo. Me controlé. Me calmé. Tenía que ser fuerte. Quería ser fuerte. Resolver la situación. Ser eficiente. Práctica. Lógica. Agilizar papeleos. Tomar las mejores decisiones, rápidamente.

Llegó la ambulancia, me inmovilizaron el brazo, no parecía grave (descartaron fractura) pero me mandaron al hospital para descartar lesiones más profundas.

Cuando llegó mi hermano pude respirar mejor. Más profundo y tranquilamente. Estaba él y ya todo se resolvería de una u otra manera. Me sentí acompañada. Cobijada. Protegida y más fuerte.

Llegó mi madre y pensé ya estamos aquí, mi padre viene en camino uff!!! Todo va bien. Todo va  a estar bien.

Cuando llegó mi padre era momento de tomar decisiones.

A qué hospital vamos?

Qué hacemos con la bicicleta?

Para qué vamos todos?

Traté de resolver negociando y acordando con todos los ahí implicados (mi familia) nada sencillo pero lo fuimos logrando poco a poco.

Ya en el hospital y con un poco más de calma después de la radiografía me llega la primer noticia.

-Señorita tiene fracturada la clavícula derecha.

-qué??? Nooooo!!!

-Sí, estará inmovilizada por lo menos 6 semanas, pero esperemos al ortopedista, a ver que nos dice él que es el especialista.

Mi vida, toda mi vida se derrumbaba. Mis ensayos. Mi gira. Mis funciones. Mis clases. Mi vida. Toda completita se paralizaba.

Y yo??? En el hospital respirando profundo. Con cara de no pasa nada, estoy lista para cualquier noticia. Soy fuerte. Tranquila. Pensaba que todo estaría bien. Tenía claro que estaba ahí sentada, completa, entera y con sólo un huesito roto pero nada que lamentar. Mi vida se paralizaría unas semanas eso está muy bien. Pudo haber sido mucho peor. Estaba agradecida y valorando la situación mientras llegaba el ortopedista. Una vez con él revisando mi hombro me manda a hacer una resonancia magnética. Ocho mil pesos. Seguía respirando profundo. Lo importante es que estoy viva pensaba. Después de la resonancia segunda mala noticia.

-Tienes muchos daños en la articulación. El mango rotador está dañado y el tendón largo del bíceps se desprendió. Hay que operarte lo antes posible

-Qué???  Nooooo!!!

Mi hombrito operado. Cirugía no por favor!!! Por lo que más quieran que alguien me diga que esto es una pesadilla. Que alguien me despierte ya!!!

Pues no, no era una pesadilla. El doctor sólo esperaba los resultados por escrito de la resonancia para hacer los trámites pero la operación decía él, era necesaria. Tercer noticia terrible.

-Te quedarás internada (hoy martes) y yo el jueves temprano te opero el hombro.

-Qué??? Nooooo!!!

Internada. Hospitalizada. Dormir en el hospital. Suero. Piquetes. Enfermeras entrando toda la noche a tomarme el pulso. Ya sé lo que es eso. Ya lo he vivido dos veces. No quierooooo!!!

Por favor que alguien me despierte yaaaa!!! Es mi peor pesadilla. Mi miedo más grande. Lo más difícil que he vivido en la vida ha sido en un hospital, en un quirófano, en la sala de recuperación. En un maldito hospital.

Los papeles se resuelven y el doctor me interna.

Yo caminaba por un pasillo oscuro hacia una sala más oscura todavía. Me estaba internando en lo más temible de mi ser. Me adentraba a un lugar muy bien conocido por mí y por eso mismo las piernas me temblaban, las rodillas se me atoraban. La voz no me salía y las lágrimas estaban a punto de explotarme por los ojos para inundar todo el hospital y así salir nadando de este infierno.

No podía evitarlo. Nunca lo he podido evitar. La cirugía al final me ha salvado la vida y esta vez me iba a salvar el hombro. No por Dios. Que horrible situación. Que espantosa sensación. Era un vacío el que sentía dentro de mí. Era un hueco inmenso el que sentía fuera de mí. Era yo ahí parada. Sola. Enfrentándome a lo que nunca hubiera querido enfrentarme de nuevo. Y ahí sin poder poner resistencia. Sin poder salir corriendo. Sin poder gritar

-Noooooo!!! No quiero!!! No quiero esto!!! Quiero estar bien!!!  Quiero estar sana!!!! Quiero estar fuerte!!! Quiero no necesitar esto!!!

Ahí estaba yo, serena aparentemente. Ecuánime. Fuerte y decidida a hacer lo que fuera necesario para que mi hombro saliera bien librado. Y por dentro temblando.