Un accidente en bicicleta. Suena fuerte. Llamar y decir por
teléfono a mi madre
-Tuve un accidente en la bicicleta
Me rompí a llorar antes de poder pronunciar la primer
palabra. No podía contenerme. Desde el momento en que salí volando después de
ser golpeada por la puerta del taxista lo primero que sentí fueron unas ganas
tremendas de llorar.
Me sentí sola, desamparada, vulnerable, asustada, tenía
miedo. Mucho miedo. Pero ahí parada a lado de mi bicicleta desconchiflada y con
el taxista y el policía mirándome tenía que ser fuerte. Reponerme. Pedir una
ambulancia. El brazo me dolía muchísimo. Clarooo!!! Estaba asustada.
Respiré profundo. Me controlé. Me calmé. Tenía que ser
fuerte. Quería ser fuerte. Resolver la situación. Ser eficiente. Práctica.
Lógica. Agilizar papeleos. Tomar las mejores decisiones, rápidamente.
Llegó la ambulancia, me inmovilizaron el brazo, no parecía
grave (descartaron fractura) pero me mandaron al hospital para descartar
lesiones más profundas.
Cuando llegó mi hermano pude respirar mejor. Más profundo y
tranquilamente. Estaba él y ya todo se resolvería de una u otra manera. Me
sentí acompañada. Cobijada. Protegida y más fuerte.
Llegó mi madre y pensé ya estamos aquí, mi padre viene en
camino uff!!! Todo va bien. Todo va a
estar bien.
Cuando llegó mi padre era momento de tomar decisiones.
A qué hospital vamos?
Qué hacemos con la bicicleta?
Para qué vamos todos?
Traté de resolver negociando y acordando con todos los ahí
implicados (mi familia) nada sencillo pero lo fuimos logrando poco a poco.
Ya en el hospital y con un poco más de calma después de la
radiografía me llega la primer noticia.
-Señorita tiene fracturada la clavícula derecha.
-qué??? Nooooo!!!
-Sí, estará inmovilizada por lo menos 6 semanas, pero
esperemos al ortopedista, a ver que nos dice él que es el especialista.
Mi vida, toda mi vida se derrumbaba. Mis ensayos. Mi gira.
Mis funciones. Mis clases. Mi vida. Toda completita se paralizaba.
Y yo??? En el hospital respirando profundo. Con cara de no
pasa nada, estoy lista para cualquier noticia. Soy fuerte. Tranquila. Pensaba
que todo estaría bien. Tenía claro que estaba ahí sentada, completa, entera y
con sólo un huesito roto pero nada que lamentar. Mi vida se paralizaría unas
semanas eso está muy bien. Pudo haber sido mucho peor. Estaba agradecida y
valorando la situación mientras llegaba el ortopedista. Una vez con él
revisando mi hombro me manda a hacer una resonancia magnética. Ocho mil pesos.
Seguía respirando profundo. Lo importante es que estoy viva pensaba. Después de
la resonancia segunda mala noticia.
-Tienes muchos daños en la articulación. El mango rotador
está dañado y el tendón largo del bíceps se desprendió. Hay que operarte lo
antes posible
-Qué??? Nooooo!!!
Mi hombrito operado. Cirugía no por favor!!! Por lo que más
quieran que alguien me diga que esto es una pesadilla. Que alguien me despierte
ya!!!
Pues no, no era una pesadilla. El doctor sólo esperaba los
resultados por escrito de la resonancia para hacer los trámites pero la
operación decía él, era necesaria. Tercer noticia terrible.
-Te quedarás internada (hoy martes) y yo el jueves temprano
te opero el hombro.
-Qué??? Nooooo!!!
Internada. Hospitalizada. Dormir en el hospital. Suero.
Piquetes. Enfermeras entrando toda la noche a tomarme el pulso. Ya sé lo que es
eso. Ya lo he vivido dos veces. No quierooooo!!!
Por favor que alguien me despierte yaaaa!!! Es mi peor
pesadilla. Mi miedo más grande. Lo más difícil que he vivido en la vida ha sido
en un hospital, en un quirófano, en la sala de recuperación. En un maldito
hospital.
Los papeles se resuelven y el doctor me interna.
Yo caminaba por un pasillo oscuro hacia una sala más oscura
todavía. Me estaba internando en lo más temible de mi ser. Me adentraba a un
lugar muy bien conocido por mí y por eso mismo las piernas me temblaban, las
rodillas se me atoraban. La voz no me salía y las lágrimas estaban a punto de
explotarme por los ojos para inundar todo el hospital y así salir nadando de
este infierno.
No podía evitarlo. Nunca lo he podido evitar. La cirugía al
final me ha salvado la vida y esta vez me iba a salvar el hombro. No por Dios.
Que horrible situación. Que espantosa sensación. Era un vacío el que sentía
dentro de mí. Era un hueco inmenso el que sentía fuera de mí. Era yo ahí
parada. Sola. Enfrentándome a lo que nunca hubiera querido enfrentarme de
nuevo. Y ahí sin poder poner resistencia. Sin poder salir corriendo. Sin poder
gritar
-Noooooo!!! No quiero!!! No quiero esto!!! Quiero estar
bien!!! Quiero estar sana!!!! Quiero
estar fuerte!!! Quiero no necesitar esto!!!
Ahí estaba yo, serena aparentemente. Ecuánime. Fuerte y
decidida a hacer lo que fuera necesario para que mi hombro saliera bien
librado. Y por dentro temblando.
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