martes, 16 de enero de 2018

MI REFLEXIÓN EN TIEMPOS DE LA POSTMODERNIDAD

Me cuesta trabajo aceptar que la sociedad se está perdiendo entre tecnología y cibernética, entre capitalismo y postmodernismo. No quisiera reconocer que la postmodernidad nos aleja de lo humano y nos vemos arrojados cada vez más hacia un límite de entre lo impersonal y el desinterés que me parece peligroso.

Hoy reconozco que la tecnología nos aleja de las personas que tenemos cerca y nos acerca a las personas que están lejos. Pero ¿que sentido tiene entonces? Yo me siento cerca de mi prima que vive en Montreal gracias a las video llamadas y a todas las redes sociales que hoy nos permiten estar en contacto y enteradas en la inmediatez de lo que cada una vive y hace, pero por otro lado me siento muy sola en casa, cuando llego cansada de trabajar y lo que más quiero es un momento con mi novio, pero él está hablando por teléfono, termina, me saluda, me pregunta cómo estoy y cómo me fue, cuando de pronto ya está con el teléfono respondiendo mensajes por whatsapp. Él se percata de mi molestia y me dice- dame dos minutitos, estoy resolviendo un evento que tenemos mañana y me están pidiendo unas cotizaciones. Para cuando termina yo ya estoy cocinando porque muero de hambre, me ayuda y comenzamos otra plática que se ve interrumpida constantemente por temas de logística en la preparación de la cena. Ya ninguna conversación fluye, en adelante toda plática se ve obstruida por intervenciones del tipo –pásame la sal o ¿tienes servilleta? Y por supuesto Netflix tomó posesión de nuestra atención, y así hasta que dormimos.

Hace dos navidades recuerdo perfecto la cena, los regalos y de pronto a todos mis sobrinos sentados en los 6 lugares de la sala, cada uno con respectivo celular, ipod, ipad, Tablet, o qué se yo de los nuevos implementos para jugar de los niños millenial. (ver imagen 1)



 Imagen 1


Ahora veo a mis alumnos y me pregunto ¿ o mi clase es muy aburrida o más bien su adicción al celular no les permite estar sin revisarlo más de 10 minutos? Pienso entonces en esas épocas de las que incluso en algún momento fui parte. Cuando el celular no existía y mis amigas me marcaban al teléfono de casa, cuando en las reuniones familiares nos sentábamos a mirar el álbum de las últimas vacaciones. Pienso que no fue hace mucho tiempo, sin embargo las actitudes y los comportamientos sociales han cambiado drásticamente.

Ahora pienso que el ser humano ha encontrado nuevas formas de relacionarse, y no es que esté vieja, al menos no me siento así, pero ya veo a los niños comportándose de maneras que me asustan y me escucho diciendo frases como –¿qué onda con la juventud de ahora? ¿dónde vamos a parar? No entiendo esta música, entre otras.

No me quiero asustar, pero sí, confieso que me da muchísimo miedo, pánico, terror ver para donde vamos y los niveles de destrucción y autodestrucción a los que podemos llegar. La crueldad con los animales de la que son capaces algunas personas, la insensibilidad con el planeta tierra y sus recursos naturales, tanto desperdicio y derroche, tanta desigualdad y la insaciabilidad que nos lleva a ambicionar, la ambición nos lleva a pasar sobre todos y todo para obtener lo que deseamos.

Tampoco quiero hacerme la occisa y evadir las responsabilidades que me tocan. Soy parte de esta sociedad, de ese consumismo y de toda esa basura que ya no cabe en ningún lado, pero no sé qué hacer, intento reciclar, pero es tan complicado con tanta basura, trato de cultivar en unas macetitas que tengo en un rincón del departamento aún que no sean las condiciones necesarias o adecuadas. Me esfuerzo por moverme en bicicleta y no contaminar o contribuir al tráfico de esta ciudad. Apago las luces, tiro el papel de baño al WC, consumo productos biodegradables para lavar la ropa y hacer la limpieza de mi hogar. Voy al mercado para apoyar a la economía local y muchas otras pequeñas cosas que creo están en mis manos, aún así siento que la destrucción es imparable.

Luego me vienen oleadas de desánimo y rendición. Pierdo toda la fe y me dejo caer derrotada por todo ese enorme e indestructible sistema que nos aplasta y nos consume. Soy parte de la Matrix y por más que me esfuerzo, siento que debo hacer más, que puedo hacer más y que al final no hago nada, no hago lo suficiente.


Lo único que puedo concluir humildemente es que cada uno haga su mejor esfuerzo, cada uno aporte lo que le corresponde y tratemos de abrazarnos fuerte, estemos con nosotros mismos y con los demás. Hablemos, mirémonos, escuchémonos y tomémonos de las manos para acompañarnos a ratitos por esta vida.

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