domingo, 19 de enero de 2014

¿CÓMO ES QUE EMPECÉ A SER BAILARINA? (PRIMERA PARTE)


Anoche me preguntó un gran amigo y mi respuesta fue que le escribiría algo.

Me quedé pensando toda la noche y descubrí que podía responder desde muchas perspectivas.

Lo primero que apareció en mi mente es mi padre bailando y escuchando música todo el día. El arquitecto Marco Antonio Espinosa De La Lama siempre ponía música cuando estaba en casa y cantaba y bailaba. Incluso no estoy segura de recordarlo con claridad. No ubico ninguna foto o algún video. Sólo tengo la imagen de mi padre bailando conmigo en brazos cuando era muy pequeña y con el paso de los años su imagen frente a mí se va esclareciendo.

Lo que sí recuerdo muy bien, es como mi padre sentía la música. Ya sea un domingo tocando la guitarra, en una fiesta familiar bailando con todas mis tías y mis primas o en el coche chiflando y cantando mientras me llevaba o me recogía de la escuela.

Siempre quise bailar como él y cantar como él.

A los 4 años estudié teclado en la escuela de música YAMAHA. Durante 4 años aprendí solfeo, canto, incluso  a tocar varios instrumentos. También recuerdo que durante las clases quería bailar, moverme. Me recuerdo inquieta, platicando con quien tuviera a lado o atrás. Hoy sé que mi cuerpo quería moverse. Entonces me aburrí.

A los 8 años me salí de esa escuela y entré a estudiar ballet. Me gustaba el reto de llevar mi cuerpo a rebasar sus propios límites. La maestra decía --tienes que alcanzar a tocar tus pies sin flexionar las rodillas—yo disfrutaba no sólo de tocar mis pies, sino de llegar más lejos y lo más divertido de todo era que lo lograba. Me gustó porque era buena. Ahí aprendí a dar vueltas de carro,  a hacer el arco, el Split y muchas cosas más.

Mis padres dejaron de llevarme porque nos tuvimos que mudar. Como cada año desde que nací hasta que cumplí 9 años nos mudábamos por lo menos una vez al año. A esa edad ya había asistido a más de 9 escuelas. Sufrimos mucho aquella crisis económica del 1994. Me tuve que ir a una escuela pública. Ahí no tenía mis clases favoritas (artes, idiomas, etc) Recuerdo que extrañaba las clases de gimnasia y a mi maestra de música. En fin, giré la cabeza y comencé a mirar a otros rumbos.

En una reunión con la familia, recuerdo a mi padre compartiendo con todos los primos y tíos la aventura con todos sus sobrinos por Canadá. Especialmente se me quedó grabada la forma en la que describía a una bailarina que conoció en Toronto. Hablaba de ella con tal admiración. Contó todas las maravillas que hacía con su cuerpo. La describía como una mujer bella, virtuosa, única. Diferente a todas las demás mujeres. Una bailarina.
 

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