Hay México me dueles bien profundo. No sé si sea catarsis mía
pero cada marcha, cada noticia y cada grito que he dado me ha sacado una
cantidad de llanto que inundaría todo el país con mis lágrimas.
Es mucha sangre ya. No entiendo como podemos llegar a estos
niveles. No puedo creer que nos destruyamos así. Cuánto dolor hay en este país.
Cuántas heridas sin cerrar que siguen haciendo estragos hoy. Cuánta miseria se
nos trepa por los pies. Miro para atrás y más lloro. Ya no quiero voltear a
ver las manchas de sangre y los pedazos de cuerpos mutilados que se han ido
quedando en el camino.
Amemos al de a lado. Abracemos al de junto. Miremos al que
pasa cerca. Agradezcamos al que nos ayuda. Ayudemos al que lo necesita.
Seamos felices para que nos alegre la felicidad del otro. Cuidémonos. Por qué
ser indiferente al dolor del otro. Por que devaluar la vida de un insecto. Por
qué necesitamos tal nivel de crueldad para hacer frente a una realidad.
Quizá sean mis nervios pero lloro al mirar a tanto vagabundo
en la calle, tirado o caminando con mucho trabajo. Lloro al mirar perritos
flacos. Lloro al mirar a un niño tomando coca-cola. Lloro al mirar a las personas
dormidas en el metro. Lloro al mirar a las personas que manejan mientras hablan
por su celular. Lloro al ver que la desigualdad y la injusticia gobiernan mi país.
Lloro al ver que la impunidad es el pan de cada día. Lloro y no hay nadie que
me abrace para consolar mis noches. Lloro y lo único que brota de tanta
tristeza y dolor son palabras que consuelan y contienen mi penar.
Ahora sigo caminando mientras me aferro a mis sueños.
Agarrándome fuerte de la esperanza. Trabajando cada día y dando lo mejor de mí
en cada momento. Secando mis lágrimas. Esperando lo mejor, preparada para lo
peor.
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