miércoles, 26 de octubre de 2016

La Mar en bici

Últimamente me queda muy claro lo feliz que soy cuando ando en bici, también lo difícil que es y lo mucho que duele el cuerpo mientras se acostumbre al esfuerzo. Después de 10 meses sin bicicleta ya casi logro recuperarme. Trabajo por obtener la fuerza necesario y no sentir que muero al final del día de cansancio en mis piernas y mis brazos.

Se necesita terquedad para subirse a la bicicleta con la entrepierna adolorida del largo viaje de un día anterior. Temple para no exaltarnos con las ambulancias, el claxon, los gritos y todo el bullicio citadino que contamina los pulmones, los ojos, los oídos y la piel. Paciencia para pedalear y pedalear, pedalear duro en las subidas, pedalear con calma cuando la gente cruza, pedalear y respirar, pedalear y ser feliz. Pedaleando que es gerundio jajajajaja

Andar en bicicleta sí es un sacrificio, no todo es color de rosa, ni todo es bello en el camino. Los ojos se irritan, se respira mucho humo, las piernas se cansan, llego sudando, ya que voy con buen ritmo se me atraviesa un peatón y tengo que frenar, hay que esquivar cientos, quizá miles de baches y coladeras, si llueve te empapas, si hay mucho sol te quemas, si hace frío se te congelan las manos, la ropa se ensucia y aún así, es imposible que no me ponga de buen humor cuando me subo a la bici. Disfruto muchísimo de cada viaje y es algo que cuando lo hago me siento mejor, más feliz y satisfecha.


Así que seguiré retomando mi hábito de andar en bici y seguiré sacrificando pequeñas cosas por grandes satisfacciones, beneficios y alegrías. A rodar que el mundo se va a acabar!!!

jueves, 20 de octubre de 2016

10102016





No sé qué hacer con esta ansiedad que de un tiempo para acá me invade. Siento que no estoy haciendo lo que debo. Me siento insuficiente en la vida en general. Estoy en casa cocinando y dando lo mejor de mí, arreglo, acomodo, reacomodo, organizo, reorganizo, cambio de lugar, tiro todo lo que no sirve y cuando llegan mis primas a mi casa, lo que dicen es que se ve más descuidada, que se veía mejor antes y que ahora nos falta meterle más  (antes se refieren a cuando vivía sola, ahora se refieren desde que vivo con él).

Qué más, cuánto más, por qué más?

Hay un vacío dentro de mi que no se llena, una sensación de insatisfacción constante y permanente a veces interrumpida por brotes de amor y momentos alegres. Sólo instantes algunos que le dan sentido a mi vida y fuerza para seguir adelante.

Estoy comiendo mal, bebiendo mucho, llorando de todo, irritable, hostil, me siento desconectada del mundo. Desconectada de mí, desconectada de mis amigas y amigos, del amor, de mi salud, de mi corazón.

No sé qué hacer y no sé por qué me permito esta situación. Sé que yo y me hago responsable de haber llegado aquí. A este punto donde no me reconozco, donde soy otra, diferente, y no sé si sea para bien o para mal. Siempre había creído que el cambio es bueno, esta vez no estoy tan segura. Segura estoy de que algo tengo que aprender en este proceso, pero…

 qué?

Mientras tanto estoy triste por lo menos 1 vez al día. Llorando y sin encontrarle sentido a nada. Me siento débil y esa es una sensación muy rara para mí, me he sentido así pocas veces en la vida. Frágil, vulnerable, tonta. Nos son sensaciones no sentimientos que acostumbre a tocar.

Sigo caminando y respirando, buscando fuerza y tomándola de todos los lugares conocidos. Por mucho que me cueste hacer yoga lo estoy logrando dos o tres veces por semana. Aún que no tenga animo de ir a correr, lo estoy haciendo de vez en cuando. Me estoy sentando a leer y me estoy tomando el tiempo de escribir. Cocino y aún que no quiera, debo confesar que pierdo mucho el tiempo en Facebook.

Creo que tengo oportunidad de estar conmigo y la quiero tomar, descubro momentos para mí, aparecen oportunidades de encontrarme y creo que eso es lo más valioso. No me los quiero perder, sin embargo en esos momentos lo que encuentro no me gusta.


No me gusta mi cuerpo, no me gusto yo  y eso sí que es nuevo. Nunca me había pasado, ni lo había experimentado. Si bien en la carrera de  danza, sobre todo al principio, me costó trabajo lograr los requerimientos de elasticidad, fuerza y medidas, sabía y tenía claro que iba trabajando y caminando para lograr mis metas, objetivos o requisitos de la danza. Hoy simplemente estoy insatisfecha y enfadada conmigo. Con permitirme llegar a este punto donde ya no me gusto. He trabajado más de 15 años por ser quien quiero ser. Me he cuidado todo este tiempo y me sentía orgullosa de ser una mujer saludable, trabajadora. Me descuidé 8 meses y ya me transformé. Me perdí.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Lindo sábado en casa... y pensando.

Hoy mi vida está llena de subidas y bajadas. Nada raro, igual que la vida de todos, a veces hay risas y otras veces llanto.  La diferencia es que ahora me doy cuenta de la importancia de estas polaridades y deliciosos vaivenes que enriquecen mi experiencia en esta tierra. Antes simplemente era feliz o adolecía según el momento. Ahora vivo cada instante sabiendo que algo estoy aprendiendo. Consciente de mi crecimiento en cada día y agradecida de cada amanecer y anochecer por triste o feliz que sea, sigo y respiro profundo, observo y me observo.

Abriendo bien los ojos, lo que logro ver es mi reacción con las situaciones que me suceden en el día a día. Así descubrí el poder que tenemos para escribir nuestro destino y trazar nuestro camino. Me responsabilicé de mis acciones y de mi vida. Me di cuenta de cómo vamos decidiendo e incluso como la indecisión es una decisión que marca nuestra vida para que sea así y no de otra manera.

Hoy camino responsable de cada paso. Me confieso aún una mujer inconsciente y con mucho por aprender, pero rodeada de personas que me aman y me enseñan lo que yo no puedo ver por la neblina del ego o el empañamiento de miedos y a partir de los cuales reacciono destructivamente. Así voy aprendiendo a escuchar mi corazón y respirar profundamente, detenerme, observarme y sentirme. Creo y lo afirmo sólo como una creencia porque no sé que tan capaz sea yo para poder declarar tal cosa, pero espero estar tomando decisiones más conscientes, y reaccionar cada vez de manera más amorosa, cuidándome a mí y a las personas que me rodean.

El camino es largo y las lecciones son muchas. A veces siento que la felicidad se me esconde por lugares recónditos. Se me va lejos el optimismo. Mis ánimos se extravían en el camino y toda energía de voluntad se disipa en mi ser. Me quedo seca y sola. Un poquito amargada y frustrada. Me siento triste y enojada. No entiendo nada y me caigo gorda. Me dan ganas de desaparecer, de adelantarle a la película de mi vida, de echarme a correr, o evaporarme mientras me baño y escaparme por la ventana hacia el cielo para irme volando.


Así la vida y algunos días. La sal de la vida, su albahaca y su paprika. Así los sabores que nos amargan o endulzan el día. Así mi vida, y así yo una tarde de septiembre. Un sábado para estar en casa y no salir de la cama. Viendo películas, comiendo, besándonos, reflexionando, pensando y escribiendo. Agradecida siempre por tanto y todo.




viernes, 29 de julio de 2016

Perdón

Hoy necesito pedir perdón. Perdón, mil veces perdón. Por todas mis equivocaciones y malas decisiones. Perdón por agredir, golpear, gritar, dar una espalda  o un silencio. Perdón a mí, a la comida, a mi amor, a la gente que me ama, a los hombres, a mis hermanas, a mi familia, a mi hermano. Perdón a la vida, a las oportunidades, a la suerte, a la dicha. Perdón a la abundancia y a la miseria. Perdón por mis mentiras, por mis groserías, por mis celos y mis envidias. Perdón por mi ignorancia, mi soberbia, mis miedos
, mis inseguridades, mi prepotencia y mi violencia. Perdón al planeta y a mi casa, a mis gatos y a las plantas. A la tierra y a las piedras. A mi cuerpo y a mis ojos. Perdón a mi corazón y a mis pies, a mi voz y a mis manos. Perdón siempre, perdón por todo. Perdón con todo el corazón y todo lo que soy.

tarde lluviosa de viernes

Hace unos días pensaba en lo mucho o poco que podemos hacer en un día. Hay mañanas que me rinden para hacer todo, que son de esos amaneceres muy productivos y satisfactorios. Sin embargo la satisfacción a veces de no hacer nada también es deliciosa.
Me encuentro en la dicotomía de hacer  y hacer y saturarme de trabajo para ser una mujer exitosa y tener dinero, comprarme cosas o escalar en los niveles socioeconómicos de mi país. Pero quizá soy más feliz cuando trabajo y me tomo el tiempo de descansar, vivo relajada, tengo algunas mañanas libres para cantarle a mis plantas, regarlas y tener mi casa bella, besar y abrazar a mi novio, desayunar juntos y ser felices. Gano menos dinero, tengo bastante tiempo libre y no sé si eso cumpla con lo que la sociedad exige y pide para triunfar.
Entre el hacer y no hacer me siento entre satisfecha e insatisfecha. Ando entre triste y alegre. Paso de sentirme realizada a una buena para nada. Espero encontrar la media. Deseo hallar  el equilibrio y no pelearme conmigo mismo. Dejar de regañarme cuando estoy descansando por no estar trabajando y dejar de lamentarme cuando estoy trabajando por no darme el tiempo para relajarme y descansar.
Supongo que así es la vida, tan llena de todo. Siempre hay momentos buenos y momentos malos. Siempre estaremos llorando y riendo, pasando de un sentimiento a otro y luego a otro. En sube y bajas en vaivenes que le dan sabor y candela pura a la vida. Justo ahí puede radicar el equilibrio y estar en donde quiero y no verlo.
Al final esa también es la naturaleza del ser humano, buscar y cuando encontramos seguimos buscando otra cosa y luego otra y así hasta que morimos.

Aquí yo en una tarde de viernes lluviosa, reflexiva y meditativa. Lindo julio que se está acabando y tan radicalmente diferente este 2016 que no me encuentro, no me hallo y no me reconozco. Aquí estoy y aquí sigo, sigo sonriendo y bailando. Enseñando y compartiendo. Llorando y abrazando. Tomando de la mano y soñando. Agradeciendo y perdonando aquí vamos, caminando , respirando, andando vamos. 

martes, 26 de julio de 2016

Último martes de julio

Llevo varios meses sin estar en casa, llego ocasionalmente a dormir y me voy a la mañana siguiente, quizá paso alguna tarde a comer pero me voy rápido. La siento abandonada, los gatos me reclaman cuando llego con maullidos fuertes y largos que pareciera  me gritan. Las plantas tienen un verde apagado, como si me extrañaran y estuvieran tristes.

Hoy fui a mi clase de acondicionamiento físico y me di cuenta de lo abandonado que tengo también mi cuerpo ¿quizá es que lo estoy apapachando demasiado? Mi cuerpo está acostumbrado a trabajar largas jornadas de ejercicio diario, últimamente trabajo casi nada, corro muy poco, casi no hago yoga, voy a clase esporádicamente y como muchísimo. Si se me antoja algo me lo doy, o me lo dan jajajaja pero con las ganas no me quedo. Eso está haciendo que mi cuerpo cambie.

Hoy no reconocí mi cuerpo, no reconocí mi casa, la veo sucia, me veo ancha. La siento sola, me siento débil. La quiero arreglar y me quiero poner a trabajar de nuevo. Como siempre lo he hecho, como siempre me ha gustado.

Mi casa y mi cuerpo que para mí son lo mismo, uno espejo del otro. Siempre han sido limpios, amplios, acogedores, fuertes, amables, flexibles. Siempre me ha gustado cuidarlos, mantenerlos en orden y en las mejores condiciones.

Hoy pasé la tarde en casa y fui a mi clase de acondicionamiento físico, hoy me sorprendí por todo esto que descubrí, reconocí y agradecí. Gracias a la lección de un lindo martes estoy lista y dispuesta a poner manos a la obra. Quiero retomar esa parte de mí que tan feliz me hacía.

Hoy fue un martes muy largo, lleno de subidas y bajadas. Con su toque de alegría y tristeza. Hoy fue un hermoso martes de estar conmigo y en mi casa. Tarde de abrazar y acariciar a los gatos. Noche de leer y escribir. Momentos con los amigos, risas, llamadas por teléfono y mensajes de amor. Hoy me voy a dormir cansadísima y con el corazón satisfecho, la mente complacida y el corazón infladito de tanto y todo lo que la vida me da.


Gracias lindo martes por tan bellas lecciones. Gracias casita mía por ser tan grande y hermosa. Gracias gatitos por esperarme en casa y siempre tener amor para mí. Gracias plantitas por no morir y esperar a que les hable, les cante y les eche agua. Gracias a mi cuerpo que me aguanta, resiste y persiste.  Gracias a mí misma por darme estos momentos tan reflexivos y enriquecedores. Gracias vida. Aquí mi casa y yo.