domingo, 8 de enero de 2017

Primer sábado de enero.

El amanecer auguraba un bello día. Despertar sin prisas ni estrés, con una marcha en contra del gobierno y sus injusticias en el plan de nuestro día, y mis ganas de ir a la cineteca. Nos besamos y acurrucamos con amor y cariño. En mi pecho una pequeña descarga de ansiedad empezaba a impedirme cerrar los ojos. La llamada de mi madre transformó la pequeña descarga en un ataque de ansiedad. Nos quedamos de ver en casa para ir a la marcha y ella ya venía en camino. Fer no tenía ni un vago presagio de querer despertar. Me levanté al baño y comencé a revisar mi celular, la señora de la limpieza llegó, y las tareas del hogar me rescataron de ese micro-infarto que estaba a nada de darme por seguir acostadota en la cama. Pude saciar mis ansias y ocupar mi tesón recogiendo ropa y acomodándola para que Viviana lavara. Llegó el camión de la basura y aproveche mi avalancha de energía para bajar con ella, llevamos toda la basura de un jalón. Al regresar a casa más desahogado mi ímpetu, se me colaron unas ganas tremendas de acostarme de nuevo. Al llegar a sus brazos me apapachó, nos acomodamos deliciosa y armónicamente como nos encanta, y para lo que confieso, somos unos verdaderos profesionales. Él me sube la pierna, yo la enredo entre las mías, él pasa su brazo bajó mi cuello, yo recargo mi cabeza en su pecho, él me acaricia la cabeza, y yo le hago piojito. Frotamos nuestros pies y arrimamos nuestros cuerpos uno junto al otro, como el movimiento de un gato que te marca su territorio restregándose entre tus piernas seductoramente. Con un ronroneo te pide amor y su –miauuuu!!! Irresistiblemente te embauca, y a manera de hechizo te prenda. Con ternura lo acaricias sin poder evitarlo, y así nosotros en la cama embobados, nos empezamos a arrullar.

Dos segundos amodorrada y me separé de él porque otra ola de ansiedad se dejaba venir en mi pecho. Tomé el celular y comencé a practicar inglés en una aplicación maravillosa que se llama “Duolingo”. Terminé con mi meta del día y lo volví a abrazar. Repetimos nuestro ritual de acomodamiento delicioso, nos besamos y acariciamos con ternura hasta encontrar esa posición perfectamente cómoda. Dos segundos después el ataque de ansiedad regresaba con un atisbo de hambre. Me levanté a preparar nuestro aceite de oliva con limón que tomamos todas las mañanas, y llamé por teléfono a mi madre para pedirle un jugo antigripal de “Los palomos”. Es un local bajo nuestro departamento que vende jugo, fruta, sándwich, ensalada, entre muchos otros alimentos nutritivos y deliciosos. Mi madre iba llegando, quería desayunar unos riquísimos tacos de carnitas que venden justo a lado de Los palomos. Así tenemos debajo de nuestra casa un lugar por si despertamos flacos, pues nos dan ganas de jugo y fruta, si por el contrario los que despiertan son los gordos que llevamos dentro, están entonces los tacos de carnitas.

Después de unos minutos intentado despertar a Fer, en un categórico fracaso bajé por el jugo, le invité a mi madre un café para que nos esperara mientras él despertaba de su profundo sueño. Mi madre como buena ascendencia mía y por ende el doble de ansiosa que yo, prefirió adelantarse a la marcha, lo cual me llena de orgullo, y en con modesta vanidad presumiré que mi madre ha marchado y gritado con voz firme sus valores, críticas y opiniones. Regresando, subí al departamento bebiendo juguito. Después de ofrecerle un vaso a Viviana, entré a la recamara para tumbarme de nuevo en la cama a lado de él. Adormilado me pidió que lo abrazara, volvimos a bailar en la cama hasta enredarnos plácidamente en nuestro ritual de flojo amor.

Cuando por fin despertó, discutimos, lloré, me consoló, nos reconciliamos y salimos a desayunar. Marchamos, fuimos al gimnasio con Diana y Nosi. Agradezco la paciencia de Diana para explicarme y acomodarme los aparatos. Al terminar todos juntos corrimos en el sope de Chapultepec, pasamos a comprar al mercado todo lo necesario para comer en casa de ellos unos ricos tacos placeros. Fer trabajó en su oficina mientras íbamos al mercado y preparábamos todo. Cuando llegó con nosotros, cenamos muy sabroso, platicamos, reímos, chismeamos, confesamos y lo mejor de todo es que compartimos. Al terminar volamos a casa para acostarnos y repetir nuestro ritual de flojo amor en cama con la barriga llena y el corazón contento.

Fue un hermoso día, lleno de sal, pimienta, ajo, cebolla, chile y un toque de orégano, es decir, un día perfecto con subidas, bajadas, alegrías, tristezas y todo. Porque así es la vida, nada es perfecto y todo es perfecto tal y como es. Así fue y ese fue mi sábado insuperable. El mejor sábado del año 2017 y eso que el año apenas va comenzando. Por eso me auguro un gran año. Por eso deseo que a todos los vaya bien. Esa es la razón por la que mi corazón late contento y yo me voy a dormir con una sensación de infinito agradecimiento y una indefinida satisfacción que deseo compartir con este diario.


Feliz primer sábado de enero y que sean dichosos todos sintiendo agradecimiento en el corazón. Porque no hay nada que la vida no nos regale con el fin de hacernos mejores, más grandes y más fuertes.


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