sábado, 11 de marzo de 2017

Recuerdo que...

...mi madre solía decirme, justo cuando veía o sabía que yo haría algo que para ella era malo, con un tinte entre resignado y molesto: -¡Ah! Guadalupe, sólo acuérdate, no hagas lo que no quieras que te hagan.


Eso me dejaba pensando y reflexionando por un largo tiempo. Me hacía ponerme en el lugar del otro, me convertía en la engañada, la plantada, la cancelada, la olvidada o la agredida. Me pensaba bien si realmente quería dejar plantado a alguien, le quería hacer trampa o alguna grosería.

Ahora sé que generaba cierta empatía emocional con aquel al que iba a mentirle, o por aquella amiga que dejaría colgada con el trabajo de la escuela. Ahora sé que mi madre no me decía qué hacer, confiaba en su educación y los valores que me inculcó. Ahora sé que esa frase no era un regaño, aun que en esos momentos así los sintiera. Ahora lo sé.

Esta frase celebre de mi madre logró detenerme en algunas ocasiones, mientras que en otras hasta me daba el impulso para tomar vuelo y me iba en carrera. Algunas veces me arrepentía de no haber pensado mejor las cosas, de no haberme detenido. Me sentía mal por haber hecho todo sólo por llevar la contra. Pedí perdón muchas veces, y me disculpé otras mil por los daños causados, por mis acciones y mis errores.

Hoy sé que esa frase de mi madre hablaba del karma, de la tercera ley de Newton que establece  que siempre que un objeto ejerce una fuerza sobre un segundo objeto, éste ejerce una fuerza de igual magnitud y dirección, pero en sentido opuesto sobre el primero.  Con frecuencia se enuncia así: A cada acción siempre se opone una reacción igual pero de sentido contrario.  Me queda clarísimo que no somos entes aislados, sino parte de un todo y en interacción e interrelación con otros entes. Tanto como yo empuje una pared, en igual medida la pared me empujará a mí, y por eso nos sostenemos. Por eso sostenemos relaciones de violencia, por eso vivimos en la mentira y el engaño, por eso vamos por la vida abrazándonos fuerte, creando lazos de apoyo, construyendo o destruyéndonos.

Por eso trabajo cada día por cuidar a los otros como me cuidaría a mi misma. Amándolos a todos tanto como a mí. Buscando ser recíproca entre lo que doy y  lo que me doy. Porque a veces doy más para otros que para mí y otras soy egoísta, no pienso ni en mi madre y me olvido hasta del mundo.

Haciendo esta reflexión fui entendiendo por qué pienso como pienso y por qué soy como soy. Entiendo por qué, aún siendo egoísta, pienso constantemente en los otros, lloro por penas ajenas y me puedo sacrificar, quitar algo de las manos o dejar de hacer cosas por otras personas. Es entonces cuando pienso que también disfruto al hacer por los otros lo que me gustaría que otros hicieran por mí.

Imagino que esa será la frase que yo repetiré constantemente a mis hijos buscando que sean personas a las que les guste ayudar, pero que también sepan pedir ayuda. Hacer de mis hijos personas empáticas y egoístas, sólo lo necesario.


Supongo que así surgen las frases y gracias a ellas surgen los dichos, con los dichos el conocimiento y las experiencias se transmiten. Me gustaría tener muchas frases celebres y que las personas me recuerden por las cosas tan sabias y tan bellas, tan crueles pero tan verdaderas, que de mí salían. Espero poder transmitir lo mejor de mí y para eso trabajo todos los días. Por ser cada vez mejor persona. Para seguir creciendo y aprendiendo, ser congruente y quizá, hasta alcanzar el nirvana, descansar junto a buda y trascender este mundo, esta vida, en esta tierra.

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