sábado, 12 de agosto de 2017

Ahí estaba



...desnuda corriendo a hurtadillas por la ciudad. Trataba de llegar a su casa sin que nadie la viera, pero era imposible. Una hora había pasado ya desde que salió de casa de Miguel. Él vivía en la calle de Tepic, entre Manzanillo y Tlacotalpan, a unas cuadras del metro Chilpancingo. Ella vivía en Doctor Navarro casi llegando a la avenida Cuauhtémoc, caminando se hacen no más de 20 minutos pero, ¿desnuda?

Iba escondiéndose entre los coches, sin muchas opciones pero sí con mucho miedo. La hora le ayudaba pues a esas horas de la noche no hay tanta gente en la calle, sin embargo, había estado a punto de ser descubierta como unas 10 veces ya.

Por su mente, se repetía una y otra vez la imagen de Marcela entrando al cuarto, tenía la cara desencajada al encontrar a su novio con su mejor amiga, desnudos, sudando  y gimiendo. Marcela se lanzó sobre ella tratando de golpearla. Mientras Miguel la detenía lo único que se le ocurrió a Ana fue salir corriendo. ¡Bueno! tampoco es que tuviera muchas opciones, Marcela se le escapó a de los brazos Miguel y corría tras ella por toda la casa con una furia que mataría a un león si se le interpusiera en el camino.

Ahora Ana estaba cerca de llegar a su casa y lo único que quería era lograrlo, pero para atravesar avenida Cuauhtémoc desnuda se necesita algo de velocidad y mucho valor, cosas que no tenía. Se sentía culpable. Eso le bajaba el autoestima y por ende mermaba su seguridad, desnuda escondida y muerta de frío con los pies lastimados y toda sucia, sentía que no podía más, que ese último tramo para llegar a su casa era el  más difícil. Estaba a punto de desmayarse, dejarse caer al piso y esperar a que algún buen samaritano la encontrase para llevarla a un hospital y ponerla a salvo pero, si hacía eso también corría el riesgo de ser encontrada por un hijo de puta que quisiera violarla y matarla.

Sin importarle su final, Ana estaba a punto de dejarse caer abandonada por la fuerza y su voluntad para seguir adelante, levantó la mirada y vio a Miguel cruzando la avenida. Un golpe de adrenalina la despertó volvió a levantar. Le gritó con ganas y logró que  Miguel volteara espantado. La vio corriendo desnuda hacia él, se quitó su chamarra e inmediatamente la cubrió. Caminaron hacia casa de Ana pero ninguno de los dos tenía llaves así que, mientras Ana se escondía, Miguel se saltaba por la ventana. Lamentablemente una vecina con insomnio los vio, asustada y sin reconocerlos llamó a la policía. Tardaron bastante, aún así alcanzaron a detenerlos, vieron a Ana desnuda y los dos fueron remitidos al ministerio público para declarar. Ambos cometían un delito y debían ser investigados.

Esa noche, después de salir bien librados, se convirtió en la lección más dura de toda su vida. Cada uno siguió su vida, pero nunca olvidaron esa noche que guardaron en secreto para siempre.


Mar

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