Le apretó el cuello con fuerza hasta que ella dejó de
respirar. Sobre su cuerpo inerte él
conservaba aún la sensación de placer.
Era una satisfacción que le recorría las manos hasta la cabeza, no sabía
si por la muerte o el orgasmo.
Había sido la mejor noche de su vida, una cena cálida,
caminata nocturna por la alameda acompañada de una plática profunda. Esa noche
se ofrecieron con honestidad, desnudaron su consciencia con bondad. El acuerdo
era decirse todo.
Ella lo amaba como a nadie, creía que él debía saberlo y fue
honesta pero, él no lo pudo soportar.
Mar
No hay comentarios:
Publicar un comentario