lunes, 25 de diciembre de 2017

Un ejercicio de la relación que tenemos con nosotros mismos


1     Piensa en alguna ocasión en que has vivido una experiencia desagradable ¿Cómo sueles responder en una situación así? Escribe lo que comúnmente harías y te dirías ¿en qué tono te hablarías a ti mismo?
Depende mucho de la situación. Si estoy en mi casa me dejaría llorar, gritar, patalear. Sin embargo reconozco que suelo regañarme, si yo me equivoqué o fue mi error lo que me llevó a esa experiencia desagradable, me recriminaría, me reprocharía y pensaría una y otra vez en las mil posibilidades que pudieron haber sucedido, ¿si hubiera dicho otra cosa? ¿si hubiera actuado de otra manera? ¿ y si mi reacción hubiera sido diferente?. Entonces me enojaría por haber hecho, dicho o actuado de cierta forma y no de otra. Me armaría en la cabeza mil historias con finales diferentes a esa situación. Ya sea con un final mejor o incluso peor.
Si me siento libre de culpas, me consolaría. Me dejaría estar en cama llorando, sin comer, sin hablar con nadie. Si tengo algo que hacer, sobre todo de trabajo porque si es personal podría cancelar, pero de lo contrario me sacudiría la tristeza dándome ánimos. Trataría de levantarme de la cama después de un rato de llorar y me echaría porras.
Me diría  -ya pasará. Todo es para bien.
Empezaría a sentir que estaré mejor.
Me diría  -soy fuerte, he podido con experiencias peores y más dolorosas.
Me diría  -yo puedo.

Todo con un tono muy animoso pero comprensivo, para nada imperativo. Me hablaría con un tono más dulce, enérgico, pero consolador. Después de sacudirme las lágrimas, arriba y pa´lante, a cumplir con los deberes, a sanar con el trabajo y a recuperarme con la vida que elegí, esa que me hace feliz y que me ayuda asentirme siempre mejor. A cumplir con lo que escogí hacer en esta vida que me hace tocar la plenitud y me lleva a la felicidad poco a poquito.

Es difícil dejarse hundir, llorar y a sacar todo, parece que nos hundiremos hasta el fondo, parece que nos iremos a un vacío sin fin del cual no podremos salir nunca. Asusta y da miedo, pero una vez que lo hago, todo sale y se va, el dolor es más suave y la tristeza se va. La emoción desagradable empieza a desaparecer y el alivio empieza a llegar. Es sólo no resistirme al dolor, a la tristeza, a la emoción en general, después es cuestión de tiempo para que todo sane y se supere.
   


martes, 29 de agosto de 2017

Un ejercicio de amistad I

1    Primero piensa en alguna ocasión en la que un amigo cercano ha pasado por una experiencia desagradable. ¿Cómo le responderías a tu amigo en esa situación (especialmente si tú estás viviendo una experiencia grata? Escribe lo que  comúnmente harías y dirías, ¿en qué tono le hablarías a tu amigo?

La escucharía. Buscaría acompañarla, de manera física estando ahí presente, abrazándola y apapachándola. Me gustaría cocinarle algo o invitarla a comer, hacerle un café o un té y seguiría escuchando. Escucharía todo lo que tuviera que decir, escucharía todo lo que quisiera hablar, sacar, gritar o berrear. Intentaría acompañarla emocionalmente. Si estuviera de acuerdo con ella me es más fácil porque entonces podría asentir cuando ella habla, afirmar y confirmar ya sea con palabras o con gestos corporales que estoy de acuerdo. Si no estuviera de acuerdo, entonces me costaría más trabajo acompañarla, me quedaría callada y escucharía, pero sospecho que me generaría cierta incomodidad, y supongo que algo de ansiedad. Lucharía contra esas emociones para poder quedarme con ella y trataría de poner más atención en lo que me dice o en lo que le pasa para tratar de calmar lo que a mí me suceda. Otra muy buena opción es decirle a mi amiga como me siento para poder calmar o sacar mi ansiedad o mi incomodiad. Aún así, no le diría que estoy en desacuerdo, incluso si ella me preguntara, trataría de decirle todo en lo que podría comprenderla e incluso dónde y cómo podría acompañarla, pero evitaría nombrar las cosas con las que no concuerdo porque creo que en ese momento no le sirve de nada. Después, cuando ella estuviera más serena, y sólo si sale el tema y ella me pregunta mi opinión, entonces podría decirle con franqueza y si la viera más fuerte, las partes en las que estuve en desacuerdo con ella.
Si estoy pasando por una experiencia grata me sería más fácil ser fuerte, ponerme en los zapatos del otro y empatizar. Sería como un pilar y acompañaría desde una serenidad, desde la neutralidad o con una presencia más relajada. Si mi amiga llorara, yo podría llorar con ella, sólo unas cuantas lágrimas, no a moco tendido, a veces me pasa el que algunas lágrimas rueden por mis mejillas cuando veo a otro llorar.
Buscaría ser comprensiva y compasiva, hablar con un tono calmado, consolador y tierno. Sin llegar a exagerar. Fui actriz, me dediqué y viví del teatro durante 15 años de mi vida. Sé manejar mi expresión corporal jugando con tonos de voz compasivos y miradas de comprensión que ayuda a mis amigas a sentirse cómodas conmigo.




¿TÚ QUÉ HARÍAS?

sábado, 12 de agosto de 2017

Un cuento de 100 palabras



Le apretó el cuello con fuerza hasta que ella dejó de respirar.  Sobre su cuerpo inerte él conservaba aún la sensación de placer.  Era una satisfacción que le recorría las manos hasta la cabeza, no sabía si por la muerte o el orgasmo.

Había sido la mejor noche de su vida, una cena cálida, caminata nocturna por la alameda acompañada de una plática profunda. Esa noche se ofrecieron con honestidad, desnudaron su consciencia con bondad. El acuerdo era decirse todo.

Ella lo amaba como a nadie, creía que él debía saberlo y fue honesta pero, él no lo pudo soportar.


Mar

Ahí estaba



...desnuda corriendo a hurtadillas por la ciudad. Trataba de llegar a su casa sin que nadie la viera, pero era imposible. Una hora había pasado ya desde que salió de casa de Miguel. Él vivía en la calle de Tepic, entre Manzanillo y Tlacotalpan, a unas cuadras del metro Chilpancingo. Ella vivía en Doctor Navarro casi llegando a la avenida Cuauhtémoc, caminando se hacen no más de 20 minutos pero, ¿desnuda?

Iba escondiéndose entre los coches, sin muchas opciones pero sí con mucho miedo. La hora le ayudaba pues a esas horas de la noche no hay tanta gente en la calle, sin embargo, había estado a punto de ser descubierta como unas 10 veces ya.

Por su mente, se repetía una y otra vez la imagen de Marcela entrando al cuarto, tenía la cara desencajada al encontrar a su novio con su mejor amiga, desnudos, sudando  y gimiendo. Marcela se lanzó sobre ella tratando de golpearla. Mientras Miguel la detenía lo único que se le ocurrió a Ana fue salir corriendo. ¡Bueno! tampoco es que tuviera muchas opciones, Marcela se le escapó a de los brazos Miguel y corría tras ella por toda la casa con una furia que mataría a un león si se le interpusiera en el camino.

Ahora Ana estaba cerca de llegar a su casa y lo único que quería era lograrlo, pero para atravesar avenida Cuauhtémoc desnuda se necesita algo de velocidad y mucho valor, cosas que no tenía. Se sentía culpable. Eso le bajaba el autoestima y por ende mermaba su seguridad, desnuda escondida y muerta de frío con los pies lastimados y toda sucia, sentía que no podía más, que ese último tramo para llegar a su casa era el  más difícil. Estaba a punto de desmayarse, dejarse caer al piso y esperar a que algún buen samaritano la encontrase para llevarla a un hospital y ponerla a salvo pero, si hacía eso también corría el riesgo de ser encontrada por un hijo de puta que quisiera violarla y matarla.

Sin importarle su final, Ana estaba a punto de dejarse caer abandonada por la fuerza y su voluntad para seguir adelante, levantó la mirada y vio a Miguel cruzando la avenida. Un golpe de adrenalina la despertó volvió a levantar. Le gritó con ganas y logró que  Miguel volteara espantado. La vio corriendo desnuda hacia él, se quitó su chamarra e inmediatamente la cubrió. Caminaron hacia casa de Ana pero ninguno de los dos tenía llaves así que, mientras Ana se escondía, Miguel se saltaba por la ventana. Lamentablemente una vecina con insomnio los vio, asustada y sin reconocerlos llamó a la policía. Tardaron bastante, aún así alcanzaron a detenerlos, vieron a Ana desnuda y los dos fueron remitidos al ministerio público para declarar. Ambos cometían un delito y debían ser investigados.

Esa noche, después de salir bien librados, se convirtió en la lección más dura de toda su vida. Cada uno siguió su vida, pero nunca olvidaron esa noche que guardaron en secreto para siempre.


Mar

domingo, 16 de abril de 2017

Domingo de resurrección




Hay momentos en la vida donde la depresión invade y no nos deja, no nos suelta hasta que tocamos fondo. Yo toqué un fondito muy superficial, pero lo toqué. Me deprimí, lloré, estuve triste todos los días y en todo momento. Sin hambre comía, sin fuerza iba a trabajar y sin ganas de despertar me levantaba de la cama. Hoy lo estoy superando y estoy emergiendo. Resurgiendo de las cenizas. De ese polvo que era y en el que me convertiré según los católicos-cristianos. Aunque yo lo veo diferente, sí me siento renaciendo. Hoy soy feliz y tuve un fin de semana muy amoroso. Hoy me siento satisfecha de abrazar a mi familia, bailar, beber, fumar, reír sin parar, comer rico, besar a mi novio, a mis gatos, a mi madre, mis plantitas y mis rodillas sentada en la cama hecha bolita antes de dormir y mientras escribo esto. Hoy siento paz, tranquilidad, satisfacción y ganas de ser y hacer. Amor por la vida, por mí misma, por mis hermanos y hermanas. Hoy empiezo a ser la Mar que ama como loca y vive bailando. Hoy domingo 16 de abril y en Pascua como dice el sabio Marco Antonio Eduardo "la resurrección nos la tomamos muy literal los mexicanos" Yo estoy resurgiendo porque es momento para hacerlo. Feliz domingo de resurrección. Yo celebro la mía, cada quien celebra lo que quiere. Primer plenilunio después del equinoccio de primavera. Sean felices todos y a follar que el mundo se va a acabar y además es primavera #losamoatodos

sábado, 11 de marzo de 2017

Recuerdo que...

...mi madre solía decirme, justo cuando veía o sabía que yo haría algo que para ella era malo, con un tinte entre resignado y molesto: -¡Ah! Guadalupe, sólo acuérdate, no hagas lo que no quieras que te hagan.


Eso me dejaba pensando y reflexionando por un largo tiempo. Me hacía ponerme en el lugar del otro, me convertía en la engañada, la plantada, la cancelada, la olvidada o la agredida. Me pensaba bien si realmente quería dejar plantado a alguien, le quería hacer trampa o alguna grosería.

Ahora sé que generaba cierta empatía emocional con aquel al que iba a mentirle, o por aquella amiga que dejaría colgada con el trabajo de la escuela. Ahora sé que mi madre no me decía qué hacer, confiaba en su educación y los valores que me inculcó. Ahora sé que esa frase no era un regaño, aun que en esos momentos así los sintiera. Ahora lo sé.

Esta frase celebre de mi madre logró detenerme en algunas ocasiones, mientras que en otras hasta me daba el impulso para tomar vuelo y me iba en carrera. Algunas veces me arrepentía de no haber pensado mejor las cosas, de no haberme detenido. Me sentía mal por haber hecho todo sólo por llevar la contra. Pedí perdón muchas veces, y me disculpé otras mil por los daños causados, por mis acciones y mis errores.

Hoy sé que esa frase de mi madre hablaba del karma, de la tercera ley de Newton que establece  que siempre que un objeto ejerce una fuerza sobre un segundo objeto, éste ejerce una fuerza de igual magnitud y dirección, pero en sentido opuesto sobre el primero.  Con frecuencia se enuncia así: A cada acción siempre se opone una reacción igual pero de sentido contrario.  Me queda clarísimo que no somos entes aislados, sino parte de un todo y en interacción e interrelación con otros entes. Tanto como yo empuje una pared, en igual medida la pared me empujará a mí, y por eso nos sostenemos. Por eso sostenemos relaciones de violencia, por eso vivimos en la mentira y el engaño, por eso vamos por la vida abrazándonos fuerte, creando lazos de apoyo, construyendo o destruyéndonos.

Por eso trabajo cada día por cuidar a los otros como me cuidaría a mi misma. Amándolos a todos tanto como a mí. Buscando ser recíproca entre lo que doy y  lo que me doy. Porque a veces doy más para otros que para mí y otras soy egoísta, no pienso ni en mi madre y me olvido hasta del mundo.

Haciendo esta reflexión fui entendiendo por qué pienso como pienso y por qué soy como soy. Entiendo por qué, aún siendo egoísta, pienso constantemente en los otros, lloro por penas ajenas y me puedo sacrificar, quitar algo de las manos o dejar de hacer cosas por otras personas. Es entonces cuando pienso que también disfruto al hacer por los otros lo que me gustaría que otros hicieran por mí.

Imagino que esa será la frase que yo repetiré constantemente a mis hijos buscando que sean personas a las que les guste ayudar, pero que también sepan pedir ayuda. Hacer de mis hijos personas empáticas y egoístas, sólo lo necesario.


Supongo que así surgen las frases y gracias a ellas surgen los dichos, con los dichos el conocimiento y las experiencias se transmiten. Me gustaría tener muchas frases celebres y que las personas me recuerden por las cosas tan sabias y tan bellas, tan crueles pero tan verdaderas, que de mí salían. Espero poder transmitir lo mejor de mí y para eso trabajo todos los días. Por ser cada vez mejor persona. Para seguir creciendo y aprendiendo, ser congruente y quizá, hasta alcanzar el nirvana, descansar junto a buda y trascender este mundo, esta vida, en esta tierra.